El biocarbón es una especie de grano fino de carbón producido a partir de la quema de biomasa o de residuos orgánicos, como virutas de madera, restos de cosechas o estiércol. Según sus defensores, sus aplicaciones podrían ser muy valiosas para combatir algunos de los mayores problemas medioambientales actuales, como el cambio climático, la energía, la producción de alimentos o la deforestación.
En este sentido, aseguran que su proceso de producción contribuye a una doble reducción de emisiones de CO2. Por un lado, permite la producción de bioenergía que puede transformarse en electricidad, así como en etanol y metanol, unos alcoholes con múltiples aplicaciones, entre ellos su conversión en combustible. Por ello, con su utilización se evitaría la emisión de CO2 de los combustibles fósiles, además de aprovechar los residuos de los que se nutre y que de otra forma acabarían descomponiéndose y devolviendo el CO2 a la atmósfera.
Por otro lado, su estructura porosa es ideal para atrapar nutrientes y microorganismos beneficiosos que pueden ayudar a las plantas a crecer. Gracias a su uso como fertilizante también se estaría "secuestrando" bajo tierra el CO2 y otros gases de efecto invernadero, como óxido nitroso o metano: los árboles utilizados como materia prima absorben este gas de efecto invernadero, de manera que al transformarlos en abono se enterraría también todo ese gas.
Por ello, cada vez son más las iniciativas que proponen aprovechar las cualidades de este producto. Recientemente, Chris Turney, profesor de geografía de la Universidad británica de Exeter, daba a conocer un sistema que utilizaría hornos microondas gigantes para transformar la madera en biocarbón. Según este experto, al enterrar todo el material producido a gran escala se podría evitar la emisión a la atmósfera de miles de millones de toneladas de CO2. Para ello, se tendrían que replantar grandes zonas con árboles para cubrir su producción, lo que de paso supondría una medida importante de reforestación. Por el momento, Turney ha construido un prototipo de cinco metros de largo que salva una tonelada de CO2 por 65 dólares. Asimismo, ha puesto en marcha una empresa, Carbonscape, con la que planea la siguiente generación de su máquina.
Por su parte, científicos conocidos internacionalmente como James Lovelock, autor de la teoría Gaia, y James Hansen, responsable del Instituto Goddard de la NASA y uno de los primeros expertos en señalar el calentamiento global, han resaltado las posibilidades del biocarbón. Asimismo, Tim Lenton, climatólogo de la Universidad británica de East Anglia, ha calculado que para 2100 una cuarta parte de las emisiones de CO2 producidas por el ser humano podrían ser secuestradas con la producción de biocarbón a partir de residuos orgánicos. Johannes Lehmann, de la Universidad estadounidense de Cornell, estima que sería posible fijar con el biocarbón 9.500 millones de toneladas de CO2 al año (la producción global de CO2 a partir de combustibles fósiles es de 8.500 millones de toneladas anuales).