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miércoles, 15 de abril de 2009

Biocarbón, ¿la solución para el cambio climático?

El biocarbón podría utilizarse para enterrar durante miles de años el dióxido de carbono (CO2), causante del efecto invernadero, producir energía, aumentar las cosechas gracias a su poder fertilizante y frenar la deforestación. Así lo presentan sus impulsores, que pretenden por ello que se invierta en su producción y uso a gran escala. Sin embargo, diversos expertos destacan la falta de pruebas concluyentes y señalan intereses económicos al respecto.

El biocarbón es una especie de grano fino de carbón producido a partir de la quema de biomasa o de residuos orgánicos, como virutas de madera, restos de cosechas o estiércol. Según sus defensores, sus aplicaciones podrían ser muy valiosas para combatir algunos de los mayores problemas medioambientales actuales, como el cambio climático, la energía, la producción de alimentos o la deforestación.

En este sentido, aseguran que su proceso de producción contribuye a una doble reducción de emisiones de CO2. Por un lado, permite la producción de bioenergía que puede transformarse en electricidad, así como en etanol y metanol, unos alcoholes con múltiples aplicaciones, entre ellos su conversión en combustible. Por ello, con su utilización se evitaría la emisión de CO2 de los combustibles fósiles, además de aprovechar los residuos de los que se nutre y que de otra forma acabarían descomponiéndose y devolviendo el CO2 a la atmósfera.

Por otro lado, su estructura porosa es ideal para atrapar nutrientes y microorganismos beneficiosos que pueden ayudar a las plantas a crecer. Gracias a su uso como fertilizante también se estaría "secuestrando" bajo tierra el CO2 y otros gases de efecto invernadero, como óxido nitroso o metano: los árboles utilizados como materia prima absorben este gas de efecto invernadero, de manera que al transformarlos en abono se enterraría también todo ese gas.

Por ello, cada vez son más las iniciativas que proponen aprovechar las cualidades de este producto. Recientemente, Chris Turney, profesor de geografía de la Universidad británica de Exeter, daba a conocer un sistema que utilizaría hornos microondas gigantes para transformar la madera en biocarbón. Según este experto, al enterrar todo el material producido a gran escala se podría evitar la emisión a la atmósfera de miles de millones de toneladas de CO2. Para ello, se tendrían que replantar grandes zonas con árboles para cubrir su producción, lo que de paso supondría una medida importante de reforestación. Por el momento, Turney ha construido un prototipo de cinco metros de largo que salva una tonelada de CO2 por 65 dólares. Asimismo, ha puesto en marcha una empresa, Carbonscape, con la que planea la siguiente generación de su máquina.

Por su parte, científicos conocidos internacionalmente como James Lovelock, autor de la teoría Gaia, y James Hansen, responsable del Instituto Goddard de la NASA y uno de los primeros expertos en señalar el calentamiento global, han resaltado las posibilidades del biocarbón. Asimismo, Tim Lenton, climatólogo de la Universidad británica de East Anglia, ha calculado que para 2100 una cuarta parte de las emisiones de CO2 producidas por el ser humano podrían ser secuestradas con la producción de biocarbón a partir de residuos orgánicos. Johannes Lehmann, de la Universidad estadounidense de Cornell, estima que sería posible fijar con el biocarbón 9.500 millones de toneladas de CO2 al año (la producción global de CO2 a partir de combustibles fósiles es de 8.500 millones de toneladas anuales).


miércoles, 8 de abril de 2009

Conversaciones en Bonn sobre Cambio Climático

Desde el 29 de marzo y hasta hoy, 8 de abril, se está llevando a cabo en Bonn la primera de las tres sesiones de negociación antes de la COP 15, que se efectuará en diciembre en Copenhague y decidirá el futuro del protocolo de Kyoto después de 2012. Dentro de esta sesión se han realizado paralelamente dos reuniones importantes.

Por un lado tenemos al Grupo de Trabajo Ad-Hoc para los compromisos futuros para los países Anexo I bajo el protocolo de Kyoto (AWG - KP), que tiene la misión de proponer las metas de reducción a alcanzar después de 2012, y hacer las correcciones pertinentes al texto relacionado con los compromisos futuros. En esta, su séptima sesión, el grupo debía tratar:

  • La escala agregada de reducciones de emisiones por los países del Anexo I, es decir, tanto la contribución individual como conjunta de las Partes. En el texto preliminar se estaría hablando de estabilizar las concentraciones por debajo de los 350 ppm, lo que significaría que los paí­ses Anexo I deben reducir las emisiones en un 45% por debajo de los niveles de 1990 para el 2020, y en un 95% para el 2050.
  • Los mecanismos flexibles del protocolo de Kyoto (el comercio de emisiones, la implementación conjunta y el mecanismo de desarrollo limpio), que dependerán de las modificaciones legales que sufra el protocolo. Se discuten los posibles enfoques para tratar las emisiones sectoriales.
  • Definiciones, modalidades, reglas y directivas para el tratamiento del uso de la tierra, cambio de uso de la tierra y la silvicultura (LULUCF) en el segundo período. Hay países que proponen un inventario obligatorio de biomasa forestal, usando líneas de base deben ser transparentes que muestren la degradación. Entre los temas a discutir están: si únicamente se contarán las acciones antropogénicas, dejando de lado los factores naturales (variaciones interanuales, problemas estructurales, perturbaciones); qué actividades serán voluntarias u obligatorias, y qué se hará con los productos de madera.
  • La revisión de los gases de efecto invernadero considerados, los sectores y las fuentes.
  • Enmiendas legales al protocolo, por ejemplo relacionadas con la duración del período de compromiso.
  • Las consecuencias potenciales, respecto a esto se realizó un taller donde se notó la necesidad de tener más evidencias sobre las consecuencias, y canales adecuados de información. Aún se discute si se deben tomar en cuenta solo las consecuencias negativas o si también se deberí­an considerar las positivas.


También está culminando la quinta sesión del Grupo de Trabajo Ad-Hoc para la Cooperación a Largo Plazo en el marco de la UNFCCC (AWG - LCA). Este grupo partí­a de un documento donde se examinaba el proceso de negociación para el cumplimiento del Plan de Acción de Bali, el cual comprende 4 elementos clave relacionados a la cooperación a largo plazo: mitigación, adaptación, financiamiento y tecnologí­a, para ser discutidos desde una “visión compartida”.

Al comenzar la reunión, el Ministro de Ambiente de Alemania destacó la necesidad de que las negociaciones se guíen no solo por lo que es posible sino por lo que es necesario para frenar el cambio climático. A la espera de las conclusiones finales citamos unas cuantas ideas surgidas de la discusión:

  • Alrededor de la adaptación, las ideas han girado alrededor de los principios subyacentes, el objetivo y el alcance de un marco de referencia, los acuerdos institucionales, los medios de implementación, los riesgos y los seguros, así­ como el monitoreo y el feedback. Se destaca la necesidad de redes que permitan el acceso a datos meteorológicos y cooperación
  • En general, los paí­ses en desarrollo piden que las contribuciones financieras para la adaptación sean obligatorias, y que además se cree un mecanismo transparente para asegurar que los países en desarrollo cumplan con sus compromisos, con una aproximación a nivel de paí­s. La discusión está en si las ayudas fuera del marco de la UNFCCC se cuentan o no. También se ha mencionado que se tomen en cuenta los conocimientos y técnicas indígenas.
  • Las partes han definido al financiamiento y la transferencia de tecnología como un elemento básico en los acuerdos a tomar en Copenhague. Hablan de financiamiento multi-ventana a través de fondos especializados supervisados por la COP, además de la Ayuda Oficial para el Desarrollo, los mecanismos de mercado y el potencial del programa REDD y la conservación.
  • En cuanto a la mitigación, Estados Unidos pide que la visión compartida sea dirigida por la ciencia y contenga metas claras, mientras que Europa pide que los paí­ses en desarrollo reduzcan sus emisiones en un 15 - 30% para el 2020. Ante esto, los países en vías de desarrollo han pedido que se preste más atención a las acciones de adaptación, y no solo a las de mitigación, aunque están dispuestos a hacer reducciones de emisiones a mediano plazo y piden que se reconozcan las acciones voluntarias que ya llevan a cabo.
  • Manteniendo los principios de equidad, responsabilidades comunes pero diferenciadas, precaución y “el que contamina paga”, las negociaciones se retomarán en junio y en septiembre. ¡Ya queda menos para Copenhague!


jueves, 2 de abril de 2009

Extraer electricidad de los árboles

Sensores de incendios forestales con electricidad de los propios árboles, nanohojas que aprovechan la energía solar o la eólica, árboles sintéticos que elevan el agua sin bombas mecánicas... Algunos científicos están trabajando para que las posibilidades energéticas ecológicas de los árboles no se reduzcan a su uso como biomasa.

Un grupo de expertos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha diseñado un sistema de sensores para predecir y rastrear los incendios forestales. La noticia no sería novedosa de no ser porque extraen de los propios árboles la electricidad necesaria para su funcionamiento.

Los investigadores han descubierto la manera en que los árboles crean pequeñas cargas eléctricas. Como explican en Public Library of Science ONE, no se trata de una reacción electroquímica "redox" (la del clásico experimento del limón que hace funcionar una bombilla), sino un desequilibrio en el pH entre el árbol y el suelo en el que crece.

La cantidad de electricidad generada es diminuta, pero al igual que un cubo se acaba llenando con el goteo incesante de un grifo, los sensores de los investigadores del MIT recargan sus baterías lo suficiente para transmitir su señal cuatro veces al día, o inmediatamente si detectan un fuego. Los sensores se encuentran en red, de manera que la señal pasa de unos a otros hasta alcanzar la estación meteorológica que envía los datos por satélite al centro de vigilancia.

La red de estos sensores será probada esta primavera en una zona de cuatro hectáreas gestionada por el servicio forestal estadounidense, cuyos responsables están encantados con sus posibilidades. Esta institución cuenta con varios equipos de monitorización de incendios, pero son caros y utilizan baterías que se tienen que recargar o sustituir manualmente, lo que frena su uso más generalizado.

La tecnología de los sensores y las baterías "bioeléctricas" ha sido desarrollada por la empresa Voltree Power, en la que participan varios de los científicos del MIT. Sus impulsores aseguran que ya está disponible para su uso práctico y que requiere una sencilla instalación.

Por su parte, el sistema se basa en los experimentos realizados por la empresa MagCap Engineering, vinculada también al MIT. En 2006, sus responsables probaron la capacidad de un árbol del campus de esta institución tecnológica. Por aquel entonces consiguieron cargar una batería de 2,4 voltios y encender una luz LED.

En definitiva, la electricidad generada por los árboles es una tecnología que requiere de un mayor desarrollo, y aunque no acabará con la crisis energética, sus posibilidades pueden ser muy interesantes. Los investigadores de Voltree Power ya piensan por ejemplo en una red de árboles vigía que, ubicados en las fronteras, detecten la presencia de materiales radiactivos de contrabando. Por su parte, los responsables de MagCap creen que en un futuro podrán ser capaces de cargar la batería de un coche híbrido o iluminar las líneas y bordes de caminos y carreteras.


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