Tanto echarle la culpa a los aviones y los coches y va resultar que no eran los peores a la hora de contaminar la atmósfera con emisiones de CO2. Lo sorprendente es el nuevo malvado. O malvados, pues son tres: los gases anestesiantes que utilizan cirujanos y dentistas en sus intervenciones quirúrgicas y que se llaman isoflureno, desflureno y sevoflureno.
Según un estudio de Ole John Nielsen, profesor de Química atmosférica de la Universidad de Copenague, en colaboración con la NASA y anestesistas de la University of Michigan Medical School, estos gases que se usan habitualmente en EEUU con fines médicos causan un insospechado impacto medioambiental. Los cálculos dicen que un kilogramo de gas equivale a 1.620 kilogramos de dióxido de carbono o, lo que es lo mismo, las emisiones de un millón de automóviles.
El estudio se publicó en el British Journal of Anaesthesia y explica que los tres gases son peores que el CO2, pero unos dañan el entorno más que otros. En eso se lleva la palma el HFC-134a, que es 1.300 veces más nocivo que el dióxido de carbono hasta el punto de que, en Europa, quedará prohibido a partir de enero de 2011.
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