En los últimos dos años se puso a andar un poderoso movimiento que se opone a la construcción de nuevas generadoras eléctricas a carbón en Estados Unidos. Inicialmente liderado por grupos ambientalistas nacionales y locales, al movimiento se sumaron destacados líderes políticos y los gobernadores de muchos estados.
La principal razón de la oposición a las centrales a carbón es que están contribuyendo a modificar el clima de la Tierra, pues arrojan a la atmósfera gran cantidad de gases de efecto invernadero. Sus emisiones de mercurio, además, son nocivas para la salud humana, y 23.600 muertes anuales de estadounidenses se deben a la contaminación del aire que causan.
En los últimos años, la industria del carbón ha sufrido un revés tras otro. El Sierra Club, la principal organización ambientalista de Estados Unidos, lleva desde 2000 la cuenta de los proyectos de centrales a carbón y su suerte: la construcción de 123 plantas fue denegada, y otras 51 enfrentan oposición en los tribunales.
De las 231 generadoras monitoreadas, sólo 25 tienen actualmente posibilidad de lograr los permisos necesarios para comenzar su construcción y finalmente entrar en operación.
Una de las primeras grandes derrotas se produjo a inicios de 2007, cuando un conglomerado de entidades, encabezado por el no gubernamental Environmental Defense Fund (EDF), se opuso a los planes de la empresa TXU Energy, con sede en el sureño estado de Texas, que pretendía construir 11 nuevas generadoras a carbón.
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