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miércoles, 25 de febrero de 2009

Combatir la nieve de forma más ecológica

Su bajo coste y su capacidad de disminuir el punto de congelación del agua hacen de la sal común (cloruro sódico) la sustancia más económica y efectiva en la lucha contra la acumulación de nieve y las resbaladizas y peligrosas placas de hielo en carreteras y centros urbanos. Sin embargo, un vertido masivo e indiscriminado conlleva diversas consecuencias ecológicas, económicas y sanitarias negativas. Su uso se puede reducir con otras sustancias alternativas que pueden sustituirla o combinarse con ella, y sobre todo, con una utilización selectiva y organizada.

En países con nevadas muy copiosas como Estados Unidos (EE.UU.), Canadá, Alemania, Finlandia, Suecia o Austria la utilización de la sal se ha reducido o eliminado, en algunos casos incluso con multas. En Berlín, los ciudadanos, que deben encargarse por sí mismos de mantener a raya la nieve de sus aceras o portales, pueden recibir sanciones de hasta diez mil euros si emplean para ello la sal. En Madrid, los responsables de esta Comunidad están buscando otras alternativas a la sal común, después de su uso generalizado en los últimos temporales sufridos.

Y es que los impactos sobre el suelo, el agua y algunas especies especialmente sensibles son variados, como apuntaba un informe realizado en el año 2000 por el Ministerio de Medio Ambiente canadiense: daños graves en plantas y árboles hasta a 200 metros de las carreteras tratadas con sal; disminución de la vida salvaje al contar con menos recursos naturales; incremento de la toxicidad en sangre y tejidos de diversos animales que ingieren el agua salada; o aumento de accidentes provocados por animales como ciervos, alces o pájaros que invaden las carreteras al ser atraídos por la sal.

Numerosos expertos explican además que, en concentraciones elevadas, la sal puede incrementar la acidez del agua, provocando efectos similares a los de la lluvia ácida. Algunos estudios han señalado también especies particularmente sensibles, como el pino blanco o algunas clases de anfibios. En este sentido, se han observado especies aisladas al considerar una barrera infranqueable las carreteras saladas, o una reducción en su capacidad de reproducción, como el caso de la salamandra moteada.

Los expertos también recuerdan otros efectos en los ecosistemas, como inhibición de la capacidad de absorber agua en plantas y árboles, salinización del suelo y del agua superficial o subterránea (acuíferos) o transformación de las propiedades de ciertos minerales.

Las consecuencias económicas también son importantes. El cloruro sódico tiene propiedades corrosivas, por lo que utilizado en grandes cantidades en las carreteras acelera el proceso de oxidación de la chapa y los bajos de los automóviles. Por ello, sus usuarios tienen que pagar más por su mantenimiento o por la instalación de sistemas anticorrosión. Por otra parte, la conjunción de la sal, el hielo y el paso de las máquinas quitanieves puede provocar la aparición de baches y agujeros que estropean el aglomerado de calles y carreteras.

En el aspecto sanitario, los daños a la vegetación pueden perjudicar la calidad del agua utilizada para su uso urbano, ya que se reduce la capacidad natural de absorber elementos contaminantes. En cuanto a la sal en sí misma cuando llega al agua de consumo, algunos expertos aseguran que el principal problema es el cambio de sabor, aunque un informe del Consejo de Investigación Nacional (NRC) de EE.UU. advertía de los riesgos del aumento de la salinidad en el agua para las personas hipertensas.

En cualquier caso, los científicos reclaman más investigaciones para evaluar mejor los posibles impactos negativos del uso de estas sustancias antinieve y poder desarrollar sistemas más eficaces y menos dañinos.


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