Todo comenzó cuando el tifón "Mindulle" sacudió Taiwán en 2004 y provocó inundaciones por el desbordamiento del río Li Wu, arrastrando consigo hojas y ramas hacia el océano Pacífico. Este simple hecho llevó a los científicos a plantearse qué ocurría con esa masa una vez se perdía en el mar. El estudio describe cómo esa masa de hojas, ramas, raíces y sedimento almacena un 0,05% de carbono que con el tiempo se hunde y termina en el lecho marino.
El artículo reconoce que los ciclones tropicales podrían desempeñar un papel en la transferencia de dióxido de carbono atmosférico hacia depósitos a largo plazo en las profundidades del océano. "Se cree que entre 50 y 90 millones de toneladas de carbono al año entran al océano sólo desde las islas del oeste del Pacífico", principalmente durante los tifones, dicen los autores del estudio. Sin embargo, añaden que no será suficiente para neutralizar los efectos del calentamiento global.
"La cantidad actual de dióxido de carbono que se está formando a partir de fuentes humanas es de 100 a 1.000 veces más rápida que este secuestro de carbono resultante de la interacción entre ciclones, erosión y bosques", explicó Robert Hilton, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y uno de los autores de la investigación. "En términos del ciclo del carbono de origen humano, esto no nos va a salvar. Pero muestra cómo la Tierra tiene sus vías naturales para tratar el CO2", subrayó.
El Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas predijo el año pasado que los ciclones tropicales adquirirían más fuerza como consecuencia del cambio climático. El mecanismo de secuestro de carbono podría frenar relativamente esta tendencia a potenciar los huracanes, dijo Hilton. Pero el aumento de la intensidad de los ciclones tendría otros efectos adversos, como el levantamiento de la capa fértil de la tierra, lo cual repercutiría negativamente sobre la agricultura.