En estado gaseoso, a temperatura y presión ambiente, el hidrógeno es muy voluminoso: para almacenar la misma cantidad de energía que un litro de gasolina se necesitan 3.000 litros de hidrógeno. Por ello, se suele guardar y transportar en botellas como gas a alta presión y baja temperatura (-253ºC), condiciones que requieren consumo de energía. Asimismo, su capacidad de liberación de energía le convierte en un gas muy inflamable.
Por ello, los proyectos de investigación más prometedores en la actualidad apuntan a sistemas de almacenamiento sólido. Recientemente, científicos de la Universidad estadounidense de Rice han dado a conocer sus avances en unas diminutas cápsulas de carbono, llamadas buckybolas, capaces de contener volúmenes de hidrógeno casi tan densos como los que hay en el centro de Júpiter.
Las buckybolas, descubiertas en esta universidad hace más de dos décadas, son parte de una familia de moléculas de carbono conocidas como fullerenos. Los investigadores de Rice han demostrado que se necesita una gran cantidad de presión interna para romper sus enlaces atómicos. Por ello, creen que si se logra una forma factible de producir buckybolas de hidrógeno, podría ser posible almacenarlas en forma de polvo.
Las posibilidades que ofrecen los nuevos materiales y la nanotecnología están siendo exploradas por muchos investigadores en todo el mundo. Por ejemplo, desde hace años se trabaja en aleaciones metálicas cuya estructura es muy porosa, lo que permite almacenar en sus poros el hidrógeno.
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